domingo, 17 de mayo de 2009

This time: La escritora y las razOnes para haberlo hechO


Desde chiquita revoloteé entre mayores, me fascinaba "la gente grande", obvio que en ese entonces no tenía una visión muy clara de la realidad, y dejando aparte que me crié rodeada-únicamente- de mujeres con las que tengo en medio un abismo generacional, nunca fui muy niña, esa es la verdad.
No me mandaba un millón y medio de cagadas por semana, conocía muchísimas palabras y era feliz sin romperme ni un hueso. Siempre fui igual de extrovertida, habladora, calentona, terca, peleadora, desde los doce tengo la misma altura y siempre me gustó liderar y tomar decisiones por los demás.
Estando entre adultos, empecé a admirar adultos, y aprendí a desenvolverme-de la boca hacia afuera- casi como uno. Se puede decir que me costó todo mi primer año de liceo, mi primer período menstrual, y más de un amigo varón dejar de ser una fanática asexuada de Isabel Allende, y que los hombres empezaron a ser parte primordial de mi rutina casi terminando los doce.
Acabo de decidir que siempre me gustaron los hombres grandes, o por lo menos, con bastante diferencia de edad. Lo peor es que, gracias a que mi progenitor-como le decimos con mi hermana- se esfumó, tengo fuertes argumentos para ello.
Mi primer beso me llevaba cinco años, a los trece salí con un tipo que literalmente me doblaba la edad, a los dieciséis con un abogado de veintiocho y a los veintiuno con banana de treinta y seis. Casi todos tenían la costumbre de destacar la brecha de edades entre ellos y yo, poniéndome nombrecitos como "pendeja", "chiquita" o "nena". Cosa que me excitaba, era esa perversión con conciencia de a ratos, todavía me ratonea...
Estoy segura de que es un poco a partir de eso que aparecen aquí Augusto y los demás.

El no tenía qué hacer, había dejado de estudiar, de trabajar, de hacer, había dejado de ser él.
Lo aburría dormir y se tomaba un par de sedantes para hacerlo, lo aburría pensar y buscaba algo que leer, lo aburría su novia, y-cuando no le montaba unas lindas guampas-mientras eyaculaba se acordaba de otras chicas, se cansaba de no tener paz y sufría crisis de nervios, se aburría de ser Peter y entonces era Grants.
Grants era experto en juguetear de manera felina conmigo y con cualquier otra mina que se le pusiera en el camino, entablaba lazos que le dictaba su pito y nunca eran del todo sanos. No sé por qué me eligió a mí, pero me gustaba que lo hubiera hecho.
Alimentó mi libido por semanas enteras, para mí Grants, como ya dije antes, era sinónimo de great oral sex. No me animé a preguntarle a ninguna de las minas que tuvieron sexo con él, si mi percepción era acertada, no por vergüenza o recato, sino que seguramente por miedo a que me digan que no.
Sin embargo eso nunca fue así con Peter, él era distinto, era más inocente. Él me enloquecía de tierno porque siempre tuve esa sensación de protección, sé que no pudo descifrar del todo mi cinismo, mis intenciones y mi egoísmo.
Era, por momentos, insoportable, vivía triste, igual que yo. En mi vida, hubiera podido aguantar un tipo tan gris como él. Estaba tan metido en sus problemas que nunca desarrolló la capacidad de escuchar, me aburría de oír-y más de leer en su ventana de messenger- cómo se hundía en su angustia diaria. No podía contestar una pregunta sin hablar de él mismo. Necesitaba hablar, tanto, que ya no estaba dispuesta a atenderlo. Fue por eso,que esa misma tarde decidí matarlo.

2 comentarios:

  1. Lo mataste? sos una asesina, despues me niegan que esta literatura se parece a Agata Cristy, una mezcla de diario intimo con un final no esperado.

    ResponderEliminar
  2. para para paraa...
    eso es una novela? algo q ya existes?
    o vos lo matastes enserio?

    ResponderEliminar